La tregua comercial de 90 días entre Estados Unidos y China apenas representa un alivio para el puerto de Los Ángeles, el más activo de América del Norte y uno de los más golpeados por la prolongada guerra arancelaria entre ambas potencias. La recuperación, según advierten las autoridades, será larga y compleja.
En las últimas dos semanas, el tráfico de buques en el puerto angelino se desplomó entre un 32 % y un 35 %, reflejo directo del impacto de los aranceles impuestos a China. La situación ha sacudido a uno de los pilares económicos de California, que no enfrentaba una crisis logística de esta magnitud desde los días más críticos de la pandemia de covid-19.
¿Qué viene ahora?
Aunque el acuerdo provisional firmado por la administración Trump y Pekín —que entra en vigor este miércoles— parece dar un respiro al comercio bilateral, las secuelas ya son visibles. En palabras de varios expertos, los puertos de la costa oeste enfrentan un daño estructural difícil de revertir en el corto plazo.
El viernes pasado, funcionarios del puerto informaron a CNN que en un lapso de 12 horas ningún buque había partido de China con destino a los principales puertos del oeste estadounidense, una anomalía inédita en al menos cinco años. Además, los 41 barcos programados para zarpar hacia la bahía de San Pedro —que incluye los puertos de Los Ángeles y Long Beach— tampoco habían iniciado viaje.
Un motor económico en jaque
El puerto de Long Beach, responsable de más de 2,7 millones de empleos a nivel global (y 1,1 millones en California), se encuentra en una situación especialmente delicada. A la caída del tráfico marítimo se suma la incertidumbre económica por el alza de precios en productos importados desde China, y la pérdida de ingresos por mercancías que no llegaron a su destino.
Cerca del 45 % del negocio del puerto de Los Ángeles depende directamente de las importaciones chinas. Solo el año pasado, el puerto alcanzó un récord con 10,3 millones de contenedores recibidos, lo que significó un incremento de casi el 20 % en comparación con 2023.
Una pausa que no tranquiliza
A pesar de que la suspensión parcial de aranceles es vista como una señal positiva para consumidores y empresas, los representantes del sector marítimo se mantienen escépticos. Gene Seroka, director ejecutivo del puerto de Los Ángeles, recalcó que se necesita más que un acuerdo temporal para frenar la inestabilidad: “Ambas naciones deben trabajar urgentemente en una solución duradera que asegure la continuidad del comercio global”, afirmó en un comunicado.
Desde que EE.UU. comenzó a aplicar aranceles a China el 2 de abril, los porcentajes alcanzaron hasta un 145 %, generando una respuesta igualmente severa de Pekín, que impuso gravámenes de hasta el 125 % a productos estadounidenses.
Hacia una solución negociada
En la reciente reunión entre Donald Trump y Xi Jinping, se acordó una tregua parcial de tres meses con aranceles reducidos: un 30 % para productos chinos y un 10 % para los estadounidenses. El objetivo es que este plazo permita sentar las bases para un acuerdo más amplio.
El director ejecutivo de la Federación Nacional de Minoristas, Matthew Shay, celebró la decisión como un paso hacia la desescalada, pero pidió continuar las negociaciones hasta eliminar completamente los aranceles y garantizar una relación comercial estable entre las dos principales economías del mundo.
La advertencia final la lanza Mario Cordero, director ejecutivo del puerto de Long Beach: “Si la incertidumbre continúa, pronto veremos estanterías vacías en los comercios. El impacto se sentirá en cuestión de semanas”.