- Del 23 al 26 de noviembre de 2025, más de 400 líderes de la industria molinera de trigo en Latinoamérica. Este evento se centrará en la construcción de alianzas estratégicas y la discusión de los desafíos globales que enfrenta el sector.
Durante cuatro días, del 23 al 26 de noviembre de 2025, más de 400 presidentes y representantes de molinos de trigo, provenientes de países que van desde México hasta Argentina, se reunirán para establecer alianzas estratégicas y abordar los retos que enfrenta el sector a nivel global en la 43° Asamblea Anual de la Asociación Latinoamericana de Industriales Molineros de Trigo (ALIM).
La agenda de ALIM 2025 incluirá la participación de expertos nacionales e internacionales que discutirán temas cruciales para el futuro de la industria. Entre los tópicos destacados se encuentran el futuro de la agricultura, el impacto de la geopolítica en el trigo como commodity agrícola, el papel de la inteligencia artificial, la logística marítima, la sostenibilidad y las tendencias de consumo en el mercado latinoamericano.
Pilar Ortiz, directora ejecutiva de la Federación de Molineros de Colombia (Fedemol) de la ANDI, afirmó. “ALIM 2025 representa una oportunidad única para que la industria molinera latinoamericana se proyecte hacia el futuro. Será un espacio de intercambio de conocimiento y de construcción de alianzas estratégicas que fortalecerán al sector en un entorno global en constante evolución, para continuar trabajando por la seguridad alimentaria y nutricional de los países latinoamericanos.”

Aunque Colombia no es un país productor de trigo por su ubicación geográfica, el país transforma este cereal importado en un producto de alto valor agregado. Con 20 empresas molineras de trigo y 40 plantas de producción que generan más de 17.600 empleos, la industria molinera colombiana se consolida como un pilar de la economía nacional y de la alimentación diaria de millones de personas.
La harina de trigo es mucho más que un ingrediente: es un vehículo nutricional clave. Por eso, en países como Colombia, está fortificada con vitaminas del complejo B, hierro y ácido fólico, esenciales para prevenir enfermedades como la anemia y la espina bífida. En 2024, Colombia produjo más de 1,3 millones de toneladas de harina de trigo fortificada, reflejando su compromiso con la seguridad alimentaria y nutricional.
La producción de trigo en América Latina ha experimentado un notable crecimiento en los últimos años, convirtiéndose en un componente esencial de la seguridad alimentaria y la economía de varios países de la región. Argentina y Brasil son los principales productores, contribuyendo significativamente a la oferta global de este cereal. La creciente demanda de trigo, tanto a nivel interno como en mercados internacionales, ha llevado a los agricultores a adoptar nuevas tecnologías y prácticas agrícolas que mejoran la productividad y la calidad del grano.
Sin embargo, el sector enfrenta varios desafíos. Las condiciones climáticas adversas, como sequías e inundaciones, pueden afectar las cosechas, mientras que la competencia de otros países productores, como Estados Unidos y Rusia, plantea un reto adicional. Además, la fluctuación de los precios en los mercados internacionales y las políticas agrícolas locales pueden influir en la rentabilidad de los productores.
Un vistazo a la región revela que en 2024, los países de Latinoamérica importaron 18 millones de toneladas métricas de trigo y produjeron 28 millones de toneladas de harina de trigo, un ingrediente esencial en la elaboración de alimentos como pan, galletas, pastas y premezclas que forman parte de la dieta diaria de millones de personas. Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay son los principales consumidores de productos derivados del trigo en la región. Argentina, por ejemplo, destaca como el mayor consumidor de pan, con un promedio de 130 kg por persona al año, y de galletas, con 8,5 kg por persona al año, lo que resalta la importancia del trigo en la alimentación de la población latinoamericana.
A pesar de estos obstáculos, América Latina tiene el potencial de expandir su producción de trigo. La inversión en infraestructura, investigación y desarrollo, así como la implementación de prácticas sostenibles, son fundamentales para mejorar la competitividad de la región en el mercado global. Con un enfoque estratégico, América Latina podría no solo satisfacer su demanda interna, sino también convertirse en un proveedor clave de trigo para otros países, fortaleciendo así su posición en la economía agrícola mundial.