Ecoturismo, cultura e historia: tres cosas que te ofrece el Hotel Almirante en su recorrido por Ararca, uno de los cuatro que hacen parte de su nueva oferta turística Rutas Por Bolívar. La experiencia inicia muy temprano en el hotel anfitrión. Antes de salir, un buen desayuno e hidratación de todo el grupo no pueden
Ecoturismo, cultura e historia: tres cosas que te ofrece el Hotel Almirante en su recorrido por Ararca, uno de los cuatro que hacen parte de su nueva oferta turística Rutas Por Bolívar.
La experiencia inicia muy temprano en el hotel anfitrión. Antes de salir, un buen desayuno e hidratación de todo el grupo no pueden faltar para mantener la energía durante el recorrido.
Después de una hora y media en carretera llegamos a nuestra primera parada, un vivero de unos 15 mil “hijos” de manglares tipo negro, rojo, blanco y saragosa, que están a cargo de la organización Tuarisba.
Además de ser un negocio verde comprometido con la conservación de la naturaleza y la historia del lugar, ellos son nuestros guías.
Juan Carlos Cuadro, líder de Tuarisba, nos cuenta que el proyecto nace durante la pandemia en un intento por sobrevivir a la crisis económica y recuperar su ecosistema, también aclara que la comunidad juega el papel más importante, por un lado están las madres comunitarias, dedicadas principalmente a la recolección de semillas y los pescadores a la siembra de los mangles germinados.
“Además de que estamos restaurando el ecosistema, que está degradado por el cambio climático y por acciones negativas del hombre, también se está generando una fuente de ingresos, porque, por cada actividad que se realiza, a esas mujeres o a las personas pertenecientes al proyecto se les dan unos jornales y eso contribuye a que sus hogares tengan un sustento” explica Cuadro.
Tucu – Tucu
Una vez todos escogemos nuestros “hijos” en el vivero, vamos a nuestro siguiente destino: Tucu -Tucu. Cuentan las abuelas que en tiempos pasados, cuando la casas aún eran de bahareque y la luz de las noches provenía de mechones, cada vez que el sol se ocultaba, escuchaban un sonido misterioso, capaz de perturbar a los pescadores nocturnos: “Tucu – tucu, tucu – tucu”. Desde aquel entonces bautizaron el sendero con este nombre.
Las canoas son el vehículo que nos lleva a explorar este histórico y biodiverso hogar de aves, cangrejos, iguanas y numerosas especies animales e insectos. Solo bastan unos cuantos segundos en silencio para que nuestros oídos puedan deleitarse con la maravillosa tranquilidad y equilibrio de Tucu – Tucu.
El destino, más que nuestro, era el destino de esos hijos que nunca fueron nuestra propiedad. Y al mejor estilo de los pescadores nativos, sembramos los pequeños mangles, con la esperanza de que en unos cuantos años tengan la potencia biofiltradora de un mangle adulto, que tiene un aproximado de 10.000 folículos capaces de capturar el dióxido de carbono.
Cocón
El bosque seco tropical de esta zona fue usado en la época colonial para construir hornos de cal, y a pocos metros de la siembra encontramos “Cocón”, uno de los grandes hornos que solía producir este material, que tenía como destino levantar las fortificaciones y las murallas de Cartagena.
De acuerdo con la página oficial de las fortificaciones en Cartagena, “la construcción de las fortificaciones no hubiera sido posible sin las industrias auxiliares que proporcionaban los materiales para la edificación de las mismas”.
En las islas y áreas cercanas a la bahía de Cartagena, se explotaron yacimientos de piedra caliza mediante canteras. Esto requirió la creación de más de 40 hornos con diversas características. El tiempo y la naturaleza han deteriorado éstas estructuras, pero Cartagena destaca como el lugar con la mayor concentración de estos hornos en América Latina.
Concón es nuestra última parada antes de volver a la ciudad y recuperar la señal telefónica, y resulta algo difícil dejar esa conexión con la riqueza de natural y la herencia histórica que ofrece Ararca.
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