vie. Dic 13th, 2024

El Portal Valora Analitik,  publicó un editorial que por su información y desarrollo periodístico acerca al  lector a la situación de Venezuela desde diferentes ópticas. Es una serie de columnas editoriales escrita por Rodrigo Torres, director de Valora Analitik.

No permitimos reproducir  algunos de los apartes del informe que usted encontrará completo en el siguiente link, Editorial.Mi primer viaje a Venezuela: pude ver el futuro ( primera parte).

“Durante años recientes, las noticias que vienen de Venezuela son, principalmente, negativas. Sobre todo, las noticias que hablan sobre aspectos políticos y económicos.

La noticia más impactante, sin duda, fue la migración de alrededor de 7 millones de venezolanos que sintieron de frente el colapso económico y vieron cómo el país pasó de ser el más rico de la región por sus recursos petroleros a tener una de las tasas de pobreza más alta sin poder aprovechar la inmensa riqueza natural.

Los titulares de la prensa internacional llamaban a la cautela sobre viajar al país vecino de Colombia por factores como la constante inseguridad, la fuerte devaluación del bolívar y el espiral inflacionario infinito.

Cientos de negocios se vieron obligados a cerrar sus puertas. Miles de empleos se perdieron. Millones de personas rompieron la línea que define la pobreza monetaria, mientras que la pobreza externa se disparó. Por eso se fueron, porque su propio país no les garantizaba una vida digna, un confort económico básico. Todo eso a pesar de tener unas de las reservas petroleras más grandes del mundo.

Un detallado artículo de los colegas de La Silla Vacía mostró cómo fue que Venezuela pasó de tener unos índices de pobreza monetaria y de pobreza extrema relativamente bajos en la región para convertirse luego en el peor ejemplo latinoamericano.

 Rodrigo Torres, director de Valora Analitik.

La pobreza monetaria -esa que mide si una persona consigue el dinero suficiente para comprar una canasta básica de alimentos, servicios y otros bienes mínimos vitales- era de apenas 33 % en el año 2007, pero rápidamente se deterioró hasta tomarse la vida del 93 % de los venezolanos en 2018″.

Mi primer viaje a Caracas: pude ver el futuro

“Hola Rodrigo, vamos a hacer el lanzamiento oficial de nuestro primer vuelo a entre Bogotá y Caracas, queremos que seas parte del grupo que abordará ese avión el 31 de enero”.

Ese fue el mensaje que me llegó de parte del equipo de Avianca en Bogotá.

No supe qué sensación pasó por mi cabeza. Era una mezcla de miedo, expectativa, ansiedad, alegría. Pero, sobre todo, sentí la oportunidad de ir a conocer de frente la realidad de Venezuela y descubrir si todo lo que llegaba por las noticias era real o exagerado. Como dije al comienzo, se hizo general la idea de que todo está colapsado, de que el país se cae a pedazos y que la vida es miserable. Esa visión estaría por cambiar de alguna manera.

Bajarme del avión: el miedo

La Guardia Venezolana es posiblemente uno de los cuerpos militares más temidos de la región. Las historias sobre su radicalidad y su vinculación con cada aspecto de la vida nacional le generaron esa fama.

Al llegar al aeropuerto de Maiquetía (que sirve a la ciudad de Caracas) se siente algo de tensión en la zona de migración, en especial cuando las filas son eternas y terminan en una cabina completamente hermética en la que no se sabe qué clase de atención se recibirá.

En mi caso, una amable líder bancaria y un generoso colega periodista colombiano fueron compañía en las 2 horas que tomó llegar a la temida ventanilla.

“¿A qué viene a Venezuela?, ¿A qué se dedica?”, dijo una voz ronca detrás del vidrio de alta seguridad y cuya cara nunca pude ver. Soy periodista colombiano, vengo invitado por Avianca en su primer vuelo comercial entre Bogotá y Caracas. Después de 2 segundos eternos, la voz detrás del vidrio me anunció que era bienvenido muy a su manera. Primer miedo superado.

Lo que sí evidencia la incipiente reactivación de la industria aeronáutica de Venezuela es que el aeropuerto de Maiquetía obliga a los visitantes y nacionales a llenar a mano eternos formularios en los que, incluso, hay que detallar cuánta ropa -hasta ropa interior- viene en la maleta y cuánto calculo que puede ser su valor.

Sumado a eso, no se puede hacer check in por la página web de las aerolíneas, es necesario hacer una fila que supera las dos horas solo para el chequeo en el counter, más el doble filtro­ de seguridad y la fila en migración.

Una total insensatez en un mundo en el que todo se hace digitalmente y casi en ningún aeropuerto del mundo volvieron a pedir esos formularios que solo sirven para botar dinero y acumular basura.

Caracas, cerca de la playa y la montaña

La ciudad de Caracas tiene varias características únicas. Está apenas a 30 minutos de la playa lo que facilita aprovechar los días soleados y, al mismo tiempo, está rodeada al norte por el famoso cerro El Ávila.

Al contemplar ese cerro no pude evitar hacer la comparación con los famosos cerros orientales de mi adorada Bogotá. En eso y en muchas otras cosas ambas ciudades se parecen mucho.

Saliendo del aeropuerto nos esperaba el típico conductor de transporte privado que sabe que vive del turismo y se esfuerza por ser buen anfitrión y por contar las cosas buenas y no tan buenas de su país.

Al dejar la terminal aérea de Maiquetía empieza el ascenso hacia Caracas, que en épocas normales no supera los 30 minutos. Ese trayecto se parece mucho a la ruta entre el aeropuerto de Rionegro y la ciudad de Medellín. Hay que pasar por largos túneles, viaductos y amplias vías. También se ven barrios marginales de casas que se aferran a la montaña con todas sus fuerzas.

Lo primero que me llamó la atención. Las vías no estaban destruidas. Uno llega con la idea de que es una zona de guerra en la que todo está echado a perder. Pero no, algunas de las vías están incluso en mejor estado que varias de las calles principales de Bogotá.

Esas carreteras no siempre estuvieron así. Nuestro amable conductor nos advierte que hace unos 10 años uno de los viaductos más importantes se derrumbó y la reconstrucción tomó otros años más. Más allá de eso, la vía que comunica a Maiquetía con Caracas fluye sin novedad.

Y una vez llegamos a la ciudad capital de Venezuela, empezó el escaneo por parte mía.

Sin petróleo empezó la caída

En las décadas de los 80 y 90s, Venezuela era la envidia de América Latina. Tenía un alto poder adquisitivo, millones de barriles en reservas petroleras, constante flujo de divisas, crecimiento económico sólido y se daba el lujo de recibir a millones de migrantes -entre ellos muchos colombianos- que buscaban una mejor calidad de vida.

Pero, por debajo, en las sombras, algo se estaba cocinando. Los millonarios ingresos petroleros no estaban llegando a toda la población que percibía como inequitativa esa riqueza lejana.

La corrupción y la mala distribución de los recursos fueron generando un caldo de cultivo que fue aprovechado por los líderes del pensamiento socialista, entre los que se encontraba el hoy mártir famoso y entonces todo poderoso, Hugo Chávez.

En una historia de ires y venires, con golpe de Estado incluido, Chávez logró ser presidente basado en el discurso de un socialismo necesario para reducir las brechas y generar una igualdad que no se percibía desde todos los sectores. Lo que pocos sospechaban era que la igualdad para todos significaría unos años después que habría pobreza por igual para todos y que la riqueza sería aprovechada apenas por una inmensa minoría.

Relacionado: Venezuela permite que privados operen empresas de alimentos nacionalizadas por Chávez

Gráfica del informe “Mi primer viaje a Venezuela: pude ver el futuro”.

El Gobierno venezolano, al mando de Chávez, empezó en el año 2009 por nacionalizar todos los negocios relacionados con la industria petrolera quitándoles a empresas -especialmente de Estados Unidos- un negocio que habían tenido por décadas y que llevó a ese país suramericano a producir más de 3 millones de barriles de crudo por día con la consecuente riqueza de la que ya hablé y que se quedó en manos de unos pocos.

Hoy la producción petrolera escasamente llega a los 700.000 barriles diarios. Incluso Colombia, sin ser un país petrolero, produce más crudo.

En 2023 la industria colombiana produjo 778.000 barriles diarios de petróleo y fue el sector -junto con minería- que más inversión extranjera recibió con US$10.354 millones, según datos del Banco de la República.

La nacionalización de la industria petrolera le significó al Gobierno asumir un reto inmenso que no tenía la capacidad de sobrellevar y que se vería agravado con las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y sus aliados con quienes Chávez empezó a tener una relación precaria.

Hubo muchos hechos famosos de Hugo Chávez que dieron cuenta de las malas relaciones. Frases como “huele a azufre” al advertir la presencia del entonces presidente estadounidense George W. Bush, o frases como “Alca, al carajo” para declarar la no participación de Venezuela en lo que en ese momento intentaba ser el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (Alca).

Con ese escenario, Venezuela empezó a perder capacidad de producción petrolera porque, además de su ineficiencia operativa y administrativa, la mitad del mundo no podía comprar su crudo. Entonces, empezó un proceso de caída tipo dominó que dejó a la economía a merced de un proceso de inflación, devaluación, control de precios y pérdida de empleos por miles”.

Rodrigo Rodrigo Torres actualmente es director en Valora Analitik, plataforma de noticias y análisis del mercado de valores latinoamericano. Es  uno de los principales medios de nicho de Colombia y Latinoamérica, suministramos información de tipo económica, política y bursátil de alto impacto, un lugar que entrega información para aquellos que toman decisiones.

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *