lun. Mar 24th, 2025
  • “El periodismo es la profesión que más se parece al boxeo, con la ventaja de que siempre gana la máquina y la desventaja de que no se permite tirar la toalla”, Garcìa Màrquez.

Pasamos más de cuatro horas sentados en la acera, frente a un lugar emblemático de Cartagena conocido como La Vitrola. A pesar de nuestros múltiples intentos por entrar, la puerta permanecía cerrada. Adriana, con su habitual optimismo, me aseguraba que lo lograríamos.

Con la tarde cayendo y un poco de agua que nos habían traído, finalmente nos dieron la oportunidad de continuar. Allí estaba Fidel Castro, y no había tiempo para juicios ni actitudes moralistas; solo él y nosotros.

En un momento, le dijo a Adriana: “Qué teniente más bonita tiene la Armada”. Sonreímos, y luego comenzaron las preguntas: dos cada uno y salimos con la satisfacción de haber cumplido con nuestra labor periodística.

LA PRIMERA VEZ

La primera vez que escuché sobre este día fue en la Universidad de la Sabana, durante mi tercer semestre. El Dr. Eugenio Gómez entró al aula y nos dijo: “Feliz Día, Periodistas”. Esa tarde, al salir de la universidad, tomé la flota hacia Zipaquirá y le conté a mi mamá, quien me preparó algo muy especial: crema de tomate y una torta que solo ella sabía hacer.

Hoy, en 2025, mi  pareja se despertó temprano en la tierra del frío para felicitarme.

Comencé mi carrera en el periodismo haciendo radio, pasando siete meses en una emisora de la ciudad donde se graduaron el premio Nobel Gabriel García Márquez y, años más tarde, el presidente Gustavo Petro. Emisora Armonía Zipaquireñas , se llamaba ese sitio lleno de discos LP dos torna mesa e igual número de micrófonos. Después de muchos intentos pidiéndolo, me dejaron dar la hora en el turno que iniciaba a las 400 pm y terminaba a las 100 pm.

Mi primer artículo fue una carta al periódico El Tiempo, de la cual dependía mi nota en la materia de redacción. Carta del Lector se llamaba creo la sección. Escribí sobre una gran valla publicitaria que anunciaba la llegada a Zipaquirá, pero tenía un error: la tilde estaba en la “i”, “Zipaquíra”. Por supuesto, nunca la cambiaron, pero me gustaba señalarlo en el bus: “Mire, señor, está mal escrito”.

He trabajado en medios grandes y pequeños. En Vistazo a la Provincia, bajo la dirección de Raúl, quien ya ha fallecido, me asignaron la tarea de escribir y tomar fotos de diversas historias en mi pueblo, los cercanos y los un poco mas lejanos.  Recuerdo que tenía una Pentax K1000, con la que capturé momentos que guardo con grata recordación. Viajab en flota , me gastaba los zapatos.

Todos los periodistas de la vieja guardia saben de lo que hablo. Con esa cámara cubrí la toma de la embajada por parte del M-19 y estuve presente con los sobrevivientes de la tragedia de Armero entre otras cosas.

Durante un semestre en la universidad, tuve como profesores a Daniel Samper Pizano y Gerardo Reyes, quien ahora trabaja en Univisión. Ambos formaban parte de la Unidad Investigativa de El Tiempo. Junto a Camacho mi compañero de Tesis de salón de secretos,  nos enviaron durante dos días a cubrir el colapso de la represa de Chivor. Con ese trabajo encontré la dimensión del periodismo de datos, de investigación.

Tambien recuerdo la entrevista a Luis Carlos Galán, en la que, por desgracia, no tenía baterías en la grabadora y el me las presto. Nunca se las devolví en vida. Después de asesinado en un encuentro muy emotivo, se las entregué a su hijo, muchos años después.

Era un muchacho de provincia,  nada que una gaseosa, un chocorramo y unas papas no dieran tranquilidad. Cubrí toda la campaña de Álvaro Gómez en el centro del país y, por supuesto, los deportes. Pasé un semestre con Mauro Mora, acompañándolo a estadios y escribiendo breves crónicas sobre fútbol y otros deportes de equipo. Teledeportes se llamaba el programa.

Mientras todo esto sucedía, los carros bomba comenzaban a circular por el país. Una tarde, viajamos al municipio de Pacho para conocer la discoteca de Rodríguez Gacha; hoy en su lugar hay una iglesia, y algunos dicen que una parte del edificio se asemeja al ala de una avioneta, donde se movía toda la cocaína.

Todo esto ocurrió entre mi segundo  y décimo semestre. Ya trabajaba en lo que hoy es Señal Colombia, donde producimos un noticiero, dramatizados y seriados para educar a los colombianos, con Camacho, siguiendo el exitoso modelo de Radio Sutatenza.

Fueron cinco años maravillosos, en una época sin internet ni celulares, donde la comunicación con las fuentes requería esfuerzo y desplazamiento.

Había tiempo para jugar a las cartas, disfrutar de cervezas frías y admirar con respeto a alguna compañera especialmente bellas, como Adriana Espadachín , mientras escuchábamos a Ricardo Arjona, Wilfredo Vargas y los villancicos de la revolución de Silvio Rodríguez. No faltaron las tardes de ir a cubrir las protestas de los estudiantes de la Pedagógica o la Nacional.

En esos días, con sus tardes como las describió el premio Nobel Gabriel García Márquez, mis padres dormían tranquilos desde que les hice saber que en el periódico ganaba lo suficiente para sobrevivir. “No era cierto; el sueldo mensual de aprendiz apenas me alcanzaba para una semana”.

La Felicidad

La felicidad es una palabra que llevé conmigo durante más de 20 años mientras ejercía mi profesión en la Armada Nacional, abarcando todos sus campos. Viví la paz, el narcotráfico y, posteriormente, la guerra; esa misma guerra que muchos de mis estudiantes de comunicación social creen que existe en las pantallas de sus celulares y esta lejos de la comodidad y su zona de confort.

Fue una etapa difícil, marcada por coberturas desgastantes, lidiar con la muerte y escribir sobre casos como el del teniente Álvaro Morris, asesinado presuntamente por las FARC o un grupo del ELN. Su esposa, Gloria, tuvo que ir en mula a buscar su cadáver y traerlo para darle una cristiana sepultura, la guiaba una estrella en las noches.

Sin embargo, también hubo momentos maravillosos en los que el mar me brindó quizás las mejores noticias. Escribirlas y vivirlas fue maravilloso.

Don Juan Gossain, un ejemplo del oficio. Trabajo en El Espectador.

Recibí un premio de periodismo y una condecoración de la Casa de Huéspedes por mi trabajo con tres presidentes de la República.

Durante un  tiempo, fui productor del noticiero de fin de semana de Telecaribe, cuatro años. Tenía una periodista que hoy es la directora del diario El Heraldo en Barranquilla.

Trabajé con el noticiero QAP, donde conocí a Ernesto Macclausland. Recuerdo que el cronista se sentaba conmigo y decía: “Pedrito, hoy hablemos de los políticos, la corrupción y qué le pasa al Junior”. Nuestras charlas terminaban cuando todo el equipo se retiraba a descansar. Venían muy seguido a Cartagena. Luego, estaban las transmisiones de fútbol para el canal de las tres letras: RCN.

La memoria, a veces traicionera, me deja fuera innumerables recuerdos. Creo que cada semana hacíamos una historia periodística diferente en la Armada.

Tenía un gran editor, el señor Mangones en la Armada, y juntos inventamos un programa llamado “Contra Viento y Marea” con la Capitán Adriana  Paeres.

Durante cuatro años, también produje para Telecaribe un programa de deportes titulado “Grandes Cosas del Béisbol”. En ese espacio, entrevisté a un niño que se iba a Estados Unidos a jugar: Edgar Rentería.

Cuando dejé la Armada, ya trabajaba como corresponsal para la agencia de prensa internacional AP (Associated Press), donde tuve la oportunidad de entrevistar a más de ocho presidentes de sus respectivos países. Allí, redescubrí el arte de escribir, gracias a mi editora, quien actualmente sobrevive en Venezuela trabajando con Reuters. Todo esto sin olvidar mis más de siete años en una revista de farándula muy leída en el país: 15 Minutos.

Y luego llegó mi mayor alegría: ser corresponsal en el segundo periódico más grande del país, El Espectador, un trabajo que realizo todos los días. Aquí he aprendido a incomodar a los poderosos. Desde hace dos años, también tengo mi propio portal de periodismo de datos: www.colombiaencifras.com.

Cada día me levanto con la misma emoción que sentía cuando tenía apenas 19 años y celebraba el Día del Periodista.

Hago lo que me enseñaron y aplicó lo que mi formación académica me ha brindado. Lo único que me falta hoy es que Alicita me prepare algo delicioso por la tarde, porque se celebra el día de los periodistas.

“El periodismo es la profesión que más se parece al boxeo, con la ventaja de que siempre gana la máquina y la desventaja de que no se permite tirar la toalla”

Gabriel García Márquez, Textos costeños. Obra periodística 1, Barcelona, Mondadori, 1992.

 

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